domingo, 28 de septiembre de 2008

La mascarada




El mestizo hombre europeo – un plebeyo bastante feo, en conjunto – necesita desde luego un disfraz: necesita la ciencia histórica como guardarropa de disfraces. Es cierto que se da cuenta de que ninguna de estas cae bien a su cuerpo, - cambia y vuelve a cambiar. Examínese el siglo XIX en lo que respecta a esas predilecciones y variaciones rápidas de las mascaradas estilísticas; también en lo que se refiere a los instantes de desesperación pora que “nada nos cae bien”. – inútil resulta exhibirse con traje romántico, o clásico, o cristiano, o florentino, o barroco, o “nacional” in moribus et artibus (en las costumbres y en las artes): ¡nada “viste”! pero el “espíritu”, en especial el “espíritu histórico”, descubre su ventaja incluso en esa desesperación: una y otra vez un nuevo fragmento de prehistoria y de extranjero es ensayado, adaptado, desechado, empaquetado y, sobre todo, estudiado: - nosotros somos la primera epoca estudiada in puncto (en asunto) de “disfraces”, quiero decir, de morales, de artículos de fe, de gustos artísticos y de religiones, nosotros estamos preparados, como ningún otro tiempo lo estuvo, para el carnaval de gran estilo, para la mas espiritual petulancia y risotada de carnaval, para la altura trascendental de la estupidez suprema y de la irrisión aristofanesca del mundo. Acaso nosotros hayamos descubierto justo aquí el reino de nuestra invención, aquel reino donde también nosotros podemos ser todavía originales, como parodistas, por ejemplo, de la historia universal y como bufones de Dios, - ¡tal vez, aunque ninguna otra cosa de hoy tenga futuro, téngalo, sin embargo, precisamente nuestra risa!

Federico Nietzsche - Más allá del bien y del mal (223)

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